Hace unos años, cuando trabajábamos en oficinas y compartíamos de manera presencial la mayor parte de nuestras vidas con nuestras compañeras de trabajo, decidí hacer unas reuniones para invitar a las mujeres que trabajaban conmigo a compartir un rato juntas.
No eran reuniones muy frecuentes, quizás una vez cada dos o tres meses se me ocurría hacerlas de nuevo. Tampoco eran muy estructuradas ni con un objetivo claro. Las hacía en mi casa, porque era cerca de la oficina en Bogotá, y porque además me encanta recibir personas en mi apartamento y ofrecerles algo de comer, por supuesto.
Y eso era lo que hacíamos. Nos reuníamos al terminar nuestro día laboral, compartíamos algo de comer y algo de tomar, conversábamos y escuchábamos música.
Cuando la empresa empezó a crecer ya las reuniones no eran de 10 personas, sino de 20 o 30. Cosa buena para una empresa de tecnología, pues quería decir que estaba llegando más talento femenino al equipo. Recuerdo haber organizado una salida a tomarnos un café juntas y que se formara un círculo de unas 25 sillas. Ya era difícil acomodarlas en casa.
A finales de 2019 organicé un par más, con ayuda de dos o tres chicas que tuvieron ideas sobre cosas que podíamos hacer. En una ocasión preparamos lo que nos íbamos a comer en la cocina de la oficina, que era lo suficientemente grande como para acomodar a unas 40 chicas que ya podíamos ser para ese momento. La última reunión presencial ya tuvo más orden, aunque solo fuera para jugar algo que nos hiciera reír.
Luego llegó la pandemia. Muchas actividades parecían tener sentido solo si se realizaban de manera presencial, sin embargo en un punto pensé que nada me detenía de organizar una de mis reuniones por Zoom. Cuando lo propuse vi que había preguntas sobre la agenda de la reunión, varias chicas querían saber qué temas íbamos a tratar, además de que fue difícil encontrar un momento que funcionara para todas, pues ya no estábamos la mayoría en el mismo lugar.
Esa primera reunión del 2020 fue muy diferente a todas las demás. Se discutió el código de conducta de la empresa y se compartieron algunas inconformidades sobre situaciones en las que algunas habían estado involucradas. Al terminar me di cuenta de que el espacio de la reunión, el crecimiento de la empresa e incluso la llegada de nuevas personas al equipo podían transformar esta iniciativa.
Para la siguiente decidí abrir el espacio para que propusieran temas que podíamos discutir.
Como sufro de iniciativa extrema propuse un tema yo misma, que me parecía interesante para conversar: el uso que le damos a las redes sociales y si hemos experimentado algún tipo de presión por el tipo de contenido que generamos. Otra chica propuso hablar sobre ideas para atraer más talento femenino a la empresa. Como no hubo más propuestas decidí que usáramos la reunión para hablar de ambos temas.
En esa ocasión se me ocurrió algo más: ¿qué les parece si le contamos a toda la empresa que estaremos hablando de estos temas en nuestra reunión y que, aunque es un espacio para mujeres, cualquier persona puede entrar a escuchar?
Es decir, abrir la invitación a hombres también.
Más o menos la mitad de las chicas votaron a favor de la idea. El resto no dijo nada así que avancé.
El día de la reunión, unas horas antes de empezar, un par de hombres me preguntaron si podían asistir, pues les interesaba mucho escuchar sobre el tema de atracción de talento femenino a la empresa. Les dije que podían entrar.
Empezando la reunión una de las chicas abrió el micrófono para preguntar qué hacían ahí estos dos hombres y yo aproveché para recordarle que habíamos hablado unos días antes sobre abrir la reunión a otros oyentes. Nunca imaginé que esto pudiera ofender tanto a alguien, pero sobre todo, nunca imaginé que esto me fuera a afectar tanto a mí.
A los 10 minutos de que empezara la reunión esta chica salió y comentó públicamente que había decidido irse porque:
No era un espacio seguro para hablar si había hombres en la llamada
No estaba de acuerdo con que la reunión la organizara una persona con poder dentro de la organización (yo)
Quise hablar con esta chica para entender en dónde había fallado mi comunicación al proponer la idea, pues evidentemente ella no se había enterado de que habíamos abierto la reunión a otros oyentes. Esto no parecía ser el problema real para ella, pues lo peor había sido que a mí se me hubiera siquiera ocurrido la idea de hacer una reunión abierta. Ella nunca había visto que esto se hiciera y consideraba que era feminismo básico.
Decidí que lo mejor era pedirle ayuda para organizar la siguiente reunión, ya que veía que ella tenía ideas fuertes sobre cómo deberían funcionar. Pero esto a ella tampoco le pareció bien y lo tomó como que yo me estaba cerrando a la oportunidad de aprender sobre feminismo.
La discusión se alargó bastante. Intenté explicar por qué se me había ocurrido hacer la reunión de esa forma pero nada era válido. Yo estaba mal y lo hacía peor que yo estuviera en un alto cargo dentro de la organización.
Después de eso pasé unos días cuestionándome mucho. Me preguntaba por qué había decidido hacer las reuniones al comienzo. Me sentía muy triste por haber tenido esa iniciativa que me había llevado a esa última actividad y a sentirme tan mal. Tuve que desconectarme unos días del trabajo. La realidad es que no quería volver. Me sentía avergonzada. No quería hablar o escribir en espacios públicos, cosa que siempre me ha salido natural.
Dejé de hacer las reuniones. También dejé de participar en el canal de mujeres de la empresa. Tampoco hablé sobre esto más.
Quiero volver a hacer ese tipo de actividades. Creo que son buenas, sin importar si hay una agenda y si se habla sobre situaciones complejas o simplemente compartimos algo que nos haga reír.
No soy ninguna experta.
¿Algún consejo?
Hace poco tuve una conversación con mi novia buscando el "por qué" ella le ofendía tanto que yo no estuviera de acuerdo con ella en un tema en frente de otras personas. Ella sentía que yo la dejaba en ridículo al expresar una opinión distinta. Luego de hablar por mucho rato entendimos que gran parte de esto se debía a malas experiencias previas que tuvo con un ex-novio, familia y otras personas. A lo que voy con esto es que a veces hay personas que han sido lastimadas de manera tan fuerte y han estado con personas tan malas que no ven real que haya un grupo de buenas personas haciendo algo bueno para ella. Malas experiencias con hombres, malas experiencias con managers autoritarios o con abuso de poder. Luego de pasar por tanto de esto, lo más probable es que no lleguemos a ver el lado bueno de estas iniciativas.